Su labor, como anónima, no es sencilla. Después de un partido de fútbol necesita cerca de tres días para recoger los desechos que dejan los hinchas y que las deposita en alrededor de 60 a 70 fundas de basura. “Antes nos demorábamos como cinco días, porque el barrido era solo con la escoba; ahora, una máquina empuja la basura y nosotros solo tenemos que recoger”.
En días ordinarios tampoco descuida la limpieza. Con sus botas de caucho color amarillo, pantalón y camiseta deteriorados por el mismo trajín de su trabajo, recorre las instalaciones en compañía de una escoba y una funda plástica. De vez en cuando también empuja la carretilla y con una pala echa abono en ciertos sectores de la cancha.
Los martes, jueves y sábados se dedica al trote desde las 04h00 y cuando asiste a las reuniones en Alcohólicos & Anónimos, le da duro al indoor y al vóley. “Yo antes no supe cuidar me trabajo, me cuidaban como a un niño para saber donde guardo el trago. Hoy tengo dos trabajos y en ninguno me llaman la atención por nada… es halaja (lindo) estar sin alcohol, ver como amanece y anochece, antes ni yo mismo sabía mi nombre”.
Aunque le proponen hacerse hincha del Deportivo Cuenca confiesa que morirá fiel a El Nacional, club al que le agarró cariño cuando era conscripto y el Ejército los llevaba a los estadios para dar fuerza a los Puros Criollos.
Así trascurre la vida de Segundo, oriundo de Molinopamba, parroquia Ricaurte. Con su labor silenciosa y sacrificada aporta con un grano de arena al deporte azuayo. “Debemos tener un poco más de respeto al estadio… a veces destruyen mallas, urinarios, manchan con pintura las paredes de los baños, rompen las tazas… solo pido a los hinchas que seamos un poco más cultos”.