Lo que pasó anoche en el predio morlaco ha sido el colofón de una semana cargada de malos ratos. Sólo por ejemplificar, Mariano Mina finalmente se fue del club dado de baja y los jugadores no se concentraron porque no cobran hace cuatro meses.
Anoche, Deportivo Cuenca, literalmente, se desintegró. Acabó el partido con ocho jugadores, aunque para su buena suerte recibió el perdón del árbitro y del mismo Independiente, porque pudo haberse quedado con siete si Roddy Zambrano echaba a José Granda en el penal del tercer gol, y si el equipo azul se animaba a definir mejor.
Y también se desintegró la hinchada. Los de siempre, los pocos que van al estadio, perdieron la cabeza y lanzaron botellas e insultos racistas hacia la cancha. Y para que todo sea más oscuro, una de las botellas cayó en la cabeza del volante de Independiente, Júnior Sornoza, y quizá el equipo colorado no jugará en su estadio el próximo partido de local y, si eso pasa, será sin público.
El triunfo de Independiente puede terminar siendo una simple anécdota versus todo lo que pasó. Pero de todas formas el conjunto de Pablo Repetto ganó porque fue mucho más equipo.
Después de pegar dos balones en el vertical y fallar tres chances claras en el primer tiempo, la visita anotó el primer gol al minuto 73 a través de Júnior Sornoza, en un real acto de justicia. A los 84, por puro empuje, el Cuenca empató con un penal de Andrés Ríos. Todo en la vida, sin embargo, cae por su propio peso. D. Cuenca había hecho un partido muy flojo en todas las líneas, e Independiente no se fue sin aprovecharlo: González anotó el 2-1 un minuto después del empate y, para cerrar la tela negra, Daniel Angulo, también de penal, hizo el 3-1 a los 90+3.
En el curso de toda esa locura de incidentes, Deportivo Cuenca perdió por expulsión a Edder Fuertes, Gregory González y Galo Corozo. Los cuatro meses sin cobrar pasan factura en los jugadores de Deportivo Cuenca.