El estadio empieza a construirse en 1942-1943, época en la que nacía la idea del Campeonato Nacional; y, el 20 de mayo de 1945, se realiza el primer partido en el marco del Torneo Austral con la presencia de Azuay, dirigida por Napoleón Garcés, de Ambato; Cañar; El Oro y Loja. Recuerdo que primero jugamos ante Cañar. De ese equipo azuayo vivimos cuatro: Benjamín Serrano, Luis Carpio, Rafael Webster (Gualaceo) y mi persona.
Por el lugar del estadio pasaba un lecho de río. En 1945 empiezan a construir la parte exterior y la gradería, no había la tribuna. Para llevar a cabo el compromiso, la Federación Deportiva del Azuay convocó a una minga para sacar las piedras de la cancha de tierra. Estuvieron presentes entre 400 a 500 personas. Era interesante porque en una foto que tengo se aprecian filas de zapateros, lustrabotas, carpinteros y dirigentes.
Ganamos 5-1. Lo curioso es que hasta ahora conservo un recorte de prensa que salió en Diario El Mercurio con todos los datos técnicos: faltas, penales, manos, malos saques, tiros al lado, etc.
En ese entonces aparece el volante, función que se mantiene hasta los actuales momentos. Resulta que el entrenador Federico Rosas, de Argentina, vino a Cuenca para la primera temporada de 1945 con esa modalidad: volante izquierdo o derecho con proyección y retorno. Antes era un sistema rígido: dos defensas, tres medio campistas y cinco delanteros, de manera que los tres volantes nunca podían ir hacia afuera porque venían cinco. Desde ese entonces ya cambia la función de los medio campistas. Al verme me hizo jugar de volante derecho y a Luis Carpio como izquierdo. La orden era: vayan a meter gol, pero regresan a defender.
Hay una diferencia grande en el estado físico de los jugadores. Hoy en día, la mayoría de los jugadores termina el partido entero, corren por todo lado. Además veo que el arquero hoy en día cumple un papel importante como líbero, el capitán no tiene mucho que hacer.
Al Club Acción, el único de ese entonces. Jugábamos contra los equipos de Guayaquil y Quito. Participé en el Campeonato Nacional de 1945 hasta 1950. Luego me casé y fui a vivir en Miami, donde organice un equipo de “soccer” dentro de la universidad, ubicada en Coral Glabes, nombre que adoptamos. Nos facilitaron el nombre y nada más, cada uno se arreglaba económicamente, pero empezamos a crecer, a tal punto que se formó un equipo con muchos futbolistas de Europa, que salió a jugar por todo el Caribe. También un club español nos invitó a La Habana, en 1958. Después, el General Batista nos puso a disposición el avión presidencial para ir a inaugurar un hermoso palacio de deportes. En noviembre de 1959 viene Castro con su comitiva, quien nos invitó nuevamente y en diciembre se pronuncia contra Estados Unidos; cosa curiosa, como buen ecuatoriano y americano que soy, en esa ocasión se izó por última vez la bandera americana en La Habana. Después jugamos como Miami Soccer Club y también íbamos por todo lado. Era el capitán del equipo y tenía mis privilegios como tal. Recuerdo que fuimos a Nasáu y tengo una foto muy original cuando presentaba a todo nuestro equipo al representante de la Reina de Inglaterra. En el año de 1960 jugamos un torneo muy fuerte contra Guatemala y México. En el partido frente a los mexicanos, un rival se me paró en el pie y consecuencia de aquello se me sale el tobillo. Miami no me ayudó y por eso siempre digo que el mayor hotel que he pagado ha sido el hospital. Salió una cuenta enorme que solamente la pagamos con pintas de sangre donadas por todos los jugadores del equipo. Ahí se terminó mi carrera y después pasé a entrenar tenis.
Sí. Fui socio fundador del Deportivo Cuenca. Aún conservo las acciones del Club por 1.000 sucres, estoy hablando de 1970-1971. Con Alejandro Serrano Aguilar, Juan Eljuri, Polibio Vásquez y otros, conformamos este equipo. También me desenvolví como gerente deportivo en 1973. Tengo algunas anécdotas en este cargo, una de ellas cuando el “Negro Klinger”, un muchacho que apareció tierno y era muy hábil pero pícaro; nos hacía sufrir porque gracias a él nos multaban, hasta que le dijimos que íbamos a bañarle en agua fría si seguía portándose mal y créame que desde ese entonces nunca más se portó mal.
fuente: elmercurio.com.ec